miércoles, 2 de noviembre de 2011

La familia.


Buenos días, lector:

Ahora que ya tengo la casa recogida me puedo tomar ratito de descanso para escribir mientras escucho la radio de fondo. Perdonad que haya tenido abandonada mi libreta, pero una no se habitúa a teclear en esta máquina de un día para otro. Mis nietos se ríen de mí, porque dicen que lo hago muy despacio. Claro, ¡no quiero cometer faltas de ortografía! Seguro que ellos teclean como locos y se saltan todas las tildes. Yo soy muy perfeccionista: cuando utilizaba la libreta de papel -a la que regresaría de buena gana si no fuera porque les prometí a los pequeños que sería una abuela moderna- cuidaba al máximo mi ortografía y mi caligrafía. En la escuela ya me decían que tenía una letra preciosa y he procurado mantenerla.

Vaya, ya me estoy yendo por las ramas... Qué poquito me cuesta enrollarme como una persiana. De lo que voy a hablaros hoy es de mi familia. Como ni mis hijos trabajaban, ni mis nietos tenían clase, los invité a todos a comer a casa ayer, que fue el Día de Todos los Santos. Os voy a hablar un poquito de cada uno, si os parece.

Mi hijo mayor se llama Enrique. Tiene 54 años ya. ¿54? Sí, lo tuve teniendo yo unos 22 ó 23... Sí, 54 añazos ya. Está hecho un señor, pero yo lo sigo viendo como un crío. Quique está casado con Adela, que es cuatro o cinco años menor que él. Es una mujer simpática, risueña y dicharachera. Justo lo que necesita mi hijo que a veces peca de ser demasiado serio. Tienen una niñita -ya no tan niña- que acaba de cumplir 18. Se llama Clara y empezó este año su primer curso en la Universidad. Estudia una de estas carreras nuevas, Publicidad, creo. En Salamanca, nada menos. No me hizo ningún caso en lo de estudiar Medicina, que es mucho mejor carrera y además tiene la facultad aquí en Oviedo, que es muy pretigiosa. Qué se va a hacer, si a ella le gusta eso de los anuncios, cómo va a intervenir una anciana como yo... Su hermano pequeño es Andrés, un terremoto de 11 años recién cumplidos que vuelve loca a toda la familia pero que a mí me hace reír muchísimo. Tiene la misma cara que Quique cuando tenía su edad, pero éste es mucho más inquieto, habrá heredado el nervio de su madre. Le gusta que juegue con él, pero a mí cada vez me cuesta más seguirle el ritmo, y acabo convenciéndole para que nos sentemos y juguemos a la oca o al parchís. No consigo reternerlo demasiado y en cuestión de minutos lo tengo otra vez poniéndome la casa patas arriba.

Mi hija pequeña es Julia. Julia trabaja en Madrid, porque se casó con un chico de allí que se llama Daniel. Aunque a mí nunca me hicieron mucha gracia los madrileños, cuando conocí a Dani y vi lo enamorado que estaba de mi niña, se me fueron solos todos los prejuicios y le cogí mucho cariño. Estuvieron viviendo unos años en París, porque los dos hablan francés muy bien, pero desde hace un tiempo, están otra vez instalados en Madrid. Como yo ya no me siento con fuerzas para ir a la capital a verlos, suelen venir aquí cuando pueden. Siempre les digo que se muevan ellos, que son los jóvenes. Julia tiene 48 años. Cuando yo pensaba que Daniel y ella ya no me iban a dar más nietos, nació Daniella, hace cuatro años. No me gusta mucho ese nombre tan exótico, pero su padre se empeñó y ahí tampoco pude meterme yo. Es una pequeña preciosa, rubia como su madre y con los ojitos verdes del gen madrileño. A mí me da mucha pena que crezca, porque es la más pequeña de los tres, y cuando se haga mayor ya no me quedarán nietos con los que jugar. 
Con lo que me gusta a mí mimar a los pequeños cada vez que vienen a visitarme... A la mayor siempre le doy algo de dinero a escondidas, y a los pequeños, chucherías y caramelos de todo tipo. Cuando me pillan sus padres me riñen por ser demasiado permisiva. Pero a mí me da igual, ¡que me digan misa! Ellos tienen que educarlos y yo, si quiero malcriarlos un poco, los malcrío, que para algo soy la abuelita.

La cuestión es que ayer vinieron a verme los siete: Enrique y Adela con Clara y Andrés; y Julia y Daniel con la pequeña Daniella.

Como me he enredado tanto hablando de la famila, el próximo día os hablaré de la comida y del día de ayer. Así os dejo con la intriga y no abandonáis mi libreta.

Me despido, querido lector. Prometo continuar relatando el día 1 de Noviembre, pero por hoy ya ha sido suficiente. Vi en el telediario el otro día que muchos jóvenes se quedan enganchados de las maquinitas esas de videojuegos y de los ordenadores. Yo no creo que corra peligro de hacerlo, pero por si las moscas, prefiero no estar sentada frente a esta pantalla demasiadas horas.

Muchos besos.

PD: Como no tengo una foto en la que salgamos todos juntos, os pongo este árbol. Seguro que entendéis por qué.

Cecilia.

lunes, 17 de octubre de 2011

Soy Cecilia y esta es mi nueva libreta.

Hola lector,

Llevo un buen rato peleándome con este trasto llamado ordenador para empezar a escribir. Yo estaba mucho más cómoda con mi libreta de toda la vida, de tapas duras, de color granate y con olor a papel. Pero tengo una familia muy insistente, y al final una acaba obedeciendo por pura resignación. Mis hijos y mis nietos (os hablaré de ellos más adelante) han insistido en que me modernice, y aquí estoy tecleando despacito y con paciencia.

Me presento: soy Cecilia. Me da vergüenza decir los años que tengo, pero lo voy a hacer para que valoréis el mérito que tiene que esté sentada frente a este aparato del demonio. Tengo 77 años, cumplidos en septiembre. ¡Hala!, ya lo he dicho. Soy mayor pero me sigo acicalando y así me quito edad de encima. Bueno, una hace lo que puede, y yo siempre fui muy presumida. Todos los días me maquillo, me visto y me peino, aunque nadie vaya a venir a visitarme. Me pongo guapa para mí, que soy una coqueta.


Me gusta mucho escribir. La mayoría de las veces garabateo tonterías en mi libreta: una frase que me llama la atención, un programa de la tele que me gusta, o una anécdota que se me viene a la cabeza. Mi libreta no es un diario convencional, es mucho más que eso. A mí me entretiene mucho. Ahora voy a compartirlo con vosotros. Me han dicho que podéis hasta comentar si os gusta o si no, o proponerme cosas. ¡Qué divertido esto del blog!

Además de escribir me gusta tejer, jugar con mis nietos, leer alguna novela romantica de esas que hacen llorar y ver películas bonitas en la tele.

Por hoy, voy a dejar esto que se me cansa la vista mirando a la pantalla tanto rato. Entendedme... son muchos años ya. 
Así que por hoy me despido, querido lector (si es que estás ahí).

Muchos besos de abuela, de los que suenan muy fuerte, de los que obligan a los peques quejarse.

Cecilia.